De niño yo solía pensar que buscar la verdad por medio de la razón humana (el entendimiento, el estudio, explotar la inteligencia, etc. No sé como solía concebir tal idea en mi niñez) era como pintar estrellas en un basto cuadro con un cielo inmenso: a medida que acometes con tu arte te percatas que quizás sea hora de parar, pero la belleza sigue y sigue apoderándose de ti y vas rompiendo esquemas con las estrellas. Es entonces cuando quiebras el patrón que habías seguido hasta llegar donde estás...y ves un cielo saturado de astros....y puedes seguir...loco, apasionado y soñador pintando estrellitas, rompiendo dogmas, liberándote, purificándote...hasta llegar al punto de tener un cielo completamente blanco, un cielo puro. ¿que sucede entonces? Entonces, mis amados lectores, puedes volver a dibujar estrellas color cielo.
Y es así, ¿no?, este asunto de la vida, que no culminas con un cielo albo, sino que recomienzas el mismo ciclo con igual o mayor vigor, destreza, estética, valor y fortaleza.
Cuando niño creía férreamente en mi cielo estrellado, quizás intuyendo que le sería de ayuda al veinteañero melancólico y romántico que escribe estas líneas llenas de inocencia.
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